miércoles, 26 de diciembre de 2007

La angustia de las influencias

El polémico Harold Bloom, el último de los deconstruccionistas norteamericanos, se ha encargado de estudiar la tradición poética en lengua inglesa. Para dar cuenta de la problemática que lo obsesiona, Bloom elaboró una sofisticada teoría revisionista, de acuerdo a la cual “los poetas modernos padecen de ansiedad de influencias” o sentido de “haber llegado tarde” a la historia, lo que los inhabilita para crear, a menos que realicen un “asesinato simbólico” de sus precursores a través de una “lectura desviada” o malinterpretación.
A continuación, una breve exposición de su teoría:


Los poetas, como poetas, y en especial los poetas fuertes, vuelven a sus orígenes al final [de sus vidas], o cuando sienten la inminencia del final. Los críticos pueden estar atentos a los orígenes, o abandonarlos con desdén a los carroñeros de la erudición, los cazadores de fuentes, pero el poeta-como-poeta está desesperadamente obsesionado con los orígenes poéticos, en general a pesar de sí mismos, como la persona-como-persona se obsesiona, en última instancia, con sus orígenes personales (…)

Quiero reducir mi argumentación a su forma más simplificada: lo poemas, afirmo, no tratan de “temas” ni de “sí mismos”. Necesariamente tratan de otros poemas; un poema es una respuesta a un poema, así como un poeta es una respuesta a un poeta, o una persona a su padre. Tratar de escribir un poema proyecta al poeta a los orígenes de lo que un poema fue para él en primer lugar, y por lo tanto lo proyecta más allá del principio de placer a un encuentro inicial decisivo y a una respuesta que comenzó con él. Sólo un poeta desafía a un poeta como poeta, y así sólo un poeta hace a un poeta. Para el porta-como-poeta, un poema es siempre el otro, el precursor, y por ello un poema es siempre una persona, siempre el padre del segundo nacimiento. Para vivir, el poeta debe interpretar erróneamente (misinterpret) al padre, por este acto crucial que es el de rescribirlo.
HAROLD BLOOM, A map of misreading

martes, 20 de noviembre de 2007

El criterio del lobo (Final)

El epílogo púrpura

I
El Jefe Huyk caminaba intranquilo hacia la escena del crimen, los primero datos de los testigo parecían confirmar… la situación se estaba tornando ya una especie de pesadilla urbana, trascendía la mera catalogación de asesinatos en serie. Y todo caía sobre las maltratadas espaldas de Huyk, cómo es posible que usted no pueda resolver los casos, ya son más de… usted, Huyk, es una vergüenza para el cuerpo policial, si no hace algo le juro que… Pero ¿qué podía hacer el pobre de Huyk? Las circunstancias se le escapaban de las manos, eran como arena que se colaba por sus impotentes dedos, como arena que marcaba un plazo fijado, un reloj de arena que marcaba un tiempo específico, y que cada día se diluía más.

De pronto, esa barrera blanda de infranqueable amarillo y sólido negro se apareció frente a él. Momento de la verdad. Momento de ver la cruda realidad sin filtros, sin los espejos deformantes de la tranquilidad, sin velos optimistas: la realidad era una gran mancha de sangre, una gran mancha de sangre en el piso de un callejón que era como una garganta infinita.
– ¿Y bien? ¿Ha sido él? – preguntó Huyk al sargento Kustov. Los ojos del sargento, como dos piedras grises talladas por el agua, dos piedras grises que destilaban sequedad, miraron con cierta lástima al Jefe Huyk. Otra complicación más.
– Sin duda, Jefe. Todos los patrones se han repetido de manera exacta.
Todos los patrones. Huyk los conocía a la perfección, pero quiso recordarlos, deseó recordarlos, porque tallarían en su conciencia las injurias que él había recibido por no resolver los crímenes. Recordar los patrones le serviría como una suerte de flagelación moral, una dolorosa y crispada flagelación moral a cargo del látigo criminal.
– Bien, Jefe. Todo concuerda hasta en el más ínfimo de los detalles. La víctima, joven blanca, de entre 20 y 30 años, de buen cuerpo. Una verdadera belleza, aquí entre nos. El modus operandi es siempre el mismo: escoge algún lugar oscuro y donde nadie pueda verlo a simple vista. Como usted bien puede observar, este callejón es perfecto. Espera a que su víctima pase (probablemente está esperando durante horas), y luego la atrapa. Encontramos pronunciadas marcas en la boca: se las tapa con su mano izquierda, fuertemente para que no puedan gritar. Luego las arrastra hasta lo profundo de su “cueva”, para violarlas. Esta también fue violada, por cierto -Huyk bajó la mirada y se pasó la mano izquierda por los ojos, masajeándose luego las sienes – y, según los primeros informes, con un grado elevado de violencia. Esta es la única variación que hallamos. Tal vez le gustó demasiado -una mueca entre pervertida y graciosa se escapó del rictus de Kustov, pero después, comprendiendo lo frágil de la situación, demudó hacia la seriedad- y luego lo de siempre: la asesinó mediante la estrangulación. Además claro, de los pormenores macabros a los que nos tiene acostumbrados: el cuerpo presenta repetidas laceraciones en brazos, vientre y piernas, sobre todo en los muslos y glúteos. Y sí, antes de que lo pregunte, efectivamente responden a profundas mordidas, producidas sin dudas con saña y fiereza. Es como un animal. El seno izquierdo está hecho jirones. Y debería ver usted…
– Suficiente, Kustov. Lo que tenga que ver lo veré en su momento. A propósito, olvidó usted un dato sumamente importante: el patrón temporal.
– ¡Oh! ¡Pero claro! ¡Qué estúpido he sido! Pero no se preocupe: también concuerda. Parece que nuestro Lobo no comete errores cronológicos. La madrugada de hoy fue la primera noche de luna llena.
Entonces, qué duda quedaba ya. La luna era el factor fundamental en la serie de crímenes: cada mes, cuando se la podía ver completa, un cadáver estaría esperando en algún lado de la cuidad.

II
El Jefe Huyk miró en derredor. Los oficiales iban y venían, como hormigas vestidas de azul, caminaban presurosamente, fastidiosamente. Un fotógrafo ejecutaba tomas de la escena del crimen, y cada fogonazo del flash activaba en Huyk recuerdos poco agradables, recuerdos fragmentados de color ocre, un ocre muy cercano al color de la muerte, un ocre que parecía infringir con fuerza las barreras de la racionalidad, y en ese momento el Jefe Huyk deseó estar enterrado, deseó hallarse en la paz de la tumba para que todos esos recuerdos que zumbaban dentro de su mente con vibraciones ocres y ahora también negras y blancas, lo dejaran tranquilo, aunque sea sólo un momento; pero es que había visto ya tantos rostros de jóvenes muchachas, todas ellas bellas en grado sumo, cuya vida había sido truncada por un sádico sujeto que salía en noches de luna llena como un licántropo, como un imaginario hombre lobo (no por casualidad lo habían denominado “El Lobo”), como un cazador solitario en medio de una selva hecha de cemento y hierro, como un ser bestial que preparaba sus crímenes acaso para constituir una leyenda. Se sintió fatigado por la potencia hostigadora de sus pensamientos.

A pocos metros de él, la macha de sangre que constituía la realidad, la cruda e inextricable realidad, la mancha de sangre que le recordaba a todas las bellas muchachas cuya vida había visto truncada por un sádico, la sangre que fue matada por otra sangre, otra sangre maldita y corrompida, esa sangre acaso inocente se consolidaba ahora en un suave colchón viscoso, de coloración púrpura, con círculos negros en uno y otro lado. Círculos que parecían revelar el pecado del asesino. Círculos que no hacían otra cosa que representar la infinita sucesión de crímenes (a Huyk le parecía infinita, en efecto). Círculos que simbolizaban la cíclica repetición de las muertes. Dónde estarás, perro asesino, dónde estarás…tan sólo comete un error, UN SOLO error y te tendré en mis manos, pero claro, es muy probable que eso no suceda, porque eres un depredador solitario, y los depredadores no se permiten cometer errores, aunque quien sabe… he visto a muchos leones sufrir por la pérdida de pequeñas gacelas, humillados en sus reinos de pasto y sol ardiente…

El silencio es un excelente amigo… el silencio y la soledad…el silencio y la soledad que durarán un mes, hasta que vuelva mi ciclo…hasta que sea hora de…

Tres pasos. Esa fue la cantidad precisa que el Jefe Huyk necesitó para alejarse de la alfombrada superficie sanguinolenta que se dilataba delante de él, como un breve lago hecho de dolor. Miró hacia el cielo, límpido y esplendoroso pese a la turbiedad del ambiente urbano, miró ese cielo perfecto compuesto por la transparente materia de la irrealidad, respiró el aire espeso que le llenó los pulmones de melancolía y, mirando el cielo perfecto e irreal, vio en él una sucesiva serie de rostros muertos, instantáneas mortuorias de víctimas en las que aún hoy perduraba la humillación, rostros sobre los que se levantaba la sombra de la injusticia. Uno, dos, tres, cuatro, infinitos rostros desfilaban en el oceánico azul celestial. Cuánto tiempo más será necesario, cuánto tiempo más…


III
¿Qué secuencia entrelazada de imágenes giraba incesantemente en la mente del Jefe Huyk?
Los rostros de las víctimas, su conciencia profesional, la falibilidad de su trabajo, la justicia, la injusticia, los cuerpos mutilados hasta lo intolerable, un seno hecho jirones, un pequeño lago de sangre, mordidas de lobo, perros carniceros destrozando un cadáver, una gacela, un león, un león persiguiendo mortalmente a una gacela, el frío del aire y el frío de la piel de las occisas, el cielo refulgente que se asemeja a una gran sábana que cubre a todo el mundo, la pistola 9mm en su cintura, la posibilidad de sacar esa pistola y de apuntarla hacia un desquiciado que asesina muchachas en cada luna llena, la (¿certera? ¿humillante? ¿dolorosa? ¿frágil? ¿falaz?) posibilidad de que nunca encontrase al Lobo, los ojos inexpresivos del sargento Kustov, al que no parecía importarle en absoluto las muertes de jóvenes inocentes, los círculos negros formados por la coagulación de la sangre, la certeza absoluta de que esa sangre fue matada por otra sangre, la incerteza de qué sangre sería la que mató a la sangre que se coagulaba sobre el piso de un callejón oscuro y sucio…

¿Qué tiempo duró esa cadena de imágenes?
Unos vertiginosos siete segundos, que fueron como una vorágine hecha de virtualidades inconscientes, proyectada hacia el abismo acaso infinito de las circunvoluciones mentales.

¿Qué es lo que preocupaba al Jefe Huyk en grado sumo?
La posibilidad de jamás encontrar al asesino que lo mantenía en un jaque constante (una reina bien utilizada contra mil peones incoordinados sigue teniendo ventaja) desde hace ya no sabía cuánto tiempo.

¿Qué lo atemorizaba?
El hecho de que podía perder la partida, pues el sólo tenía mil peones pésimamente utilizados contra una reina que eclipsaba cualquier intento de ventaja ofensiva.

¿Tenía algún plan para atrapar al asesino?
No. Pero recordó de pronto al león y a la gacela. Lo único que sabía ahora era que a todo cazador se le puede presentar una carnada. En términos ajedrecísticos, el problema puede plantearse como la construcción de una celada.

¿Qué ventajas tenía con respecto al Lobo?
Muestras de imbatible ADN, la logística necesaria para poner en marcha un plan de acción, la certeza de que al Lobo le gustaban las muchachas imponentes y de que volvería a atacar. Y mil peones que podía organizar y utilizar mejor.

¿Serviría todo eso?
Tal vez sí. Tal vez no. Los arcanos de los hados son inescrutables.

IV
El Jefe Huyk volvió su mirada al mundo real, alejándose de la protección fugible del cielo y escrutó el contexto que lo circunscribía a una escena de muerte. Divisó al sargento Kustov y lo llamó con un grito de grave sonoridad. Kustov se acercó a él y se puso a sus órdenes.
– Kustov, creo que podemos llegar a esbozar un plan para atrapar a nuestro Lobo. Se me ha ocurrido algo.
– Dígame que tiene en mente, Jefe. Lo apoyaré en todo lo que usted quiera.
Kustov miró a Huyk. Huyk calló de repente. El silencio fue monótono y como distante.
– Hay que ponerle una trampa – dijo Huyk, severo.
– Ya veo. Creo que sé perfectamente qué es lo que está pensando, Jefe. – Los ojos de Kustov brillaron opacamente. Huyk suspiró largamente, y con el poco aire que le quedaba dijo:
– Habrá que planificarlo todo muy bien. El Lobo parece sumamente hábil (perro asesino, me has ganado en varias oportunidades, pero esta vez…)
– Claro que sí, Jefe. ¿Quiere que reunamos a todo el cuerpo de oficiales?
– Inmediatamente – dijo Huyk sin vacilar – El tiempo nos apremia. Tan sólo tenemos un mes.
– ¿Cree usted que funcionará?
– No lo sé, Kustov. Lo único que sé es que esta vez tenemos una oportunidad. Esta vez -Huyk cerró los ojos por un instante- será la débil gacela la que atrape al fiero león.

***

miércoles, 14 de noviembre de 2007

El criterio del lobo (2da Parte)

El ritual

I
Todavía falta para que llegue hasta él, pero ¿y si se dirige hacia otro lado? ¿Cómo saberlo? ¿Cómo estar seguro de que irá precisamente hacia la oscura figura agazapada en la negrura infinita del callejón? Él no puede saberlo con exactitud, y sin embargo lo sabe, porque siempre está el instinto: el instinto dicta lo que debe hacerse, el instinto traza las sólidas líneas del destino con una profundidad inexorable, no hay otra cosa que el instinto para alguien cómo él, alguien que es bestia y hombre al mismo tiempo, bestia y hombre encerrados en un mismo lugar, la bestia y el hombre conviviendo en el virtual espacio de una mente. El frío de la noche lacera.
…ven, vamos, ven. Sé que lo harás, sé una buena chica y ven aquí, donde yo podré purificarte, donde yo podré hendirte de purificación. Lo he hecho antes y lo haré contigo ahora. Eso es definitivo. Porque he clavado mis ojos en ti. La muchacha sigue caminando, cada paso marca una aproximación hacia instancias poco precisas, que de tan poco precisas se desfiguran en una nebulosa de incertezas; aunque hay una sola cosa, una cosa que no será modificada, una cosa que es ineludible en el mapa del destino, esa cosa será un hecho de sangre, esa cosa será el horror.

II
Lo estás haciendo muy bien, pequeña. Sigue acercándote. Vamos. Hazlo. Siempre todas lo han hecho. Siempre todas han acatado los rojos designios. Pero ¿a quién le hablo? ¿Le hablo a la escultural mujer que camina hacia mí? ¿Le hablo al par de hermosas piernas de la escultural mujer que camina hacia mí? ¿O le hablo a todas las anteriores? Y si efectivamente lo hago ¿Por qué lo hago? ¿Por qué me persiguen las sombras de las santas sacrificadas? ¿Miedo? ¿Es el miedo? ¿O es algo mucho peor? ¿Acaso el remordimiento? ¿Será el remordimiento? Imposible: en mí NO EXISTE el remordimiento, porque un animal (aunque sea un animal racional, como dijo alguien que ya no recuerdo) no puede sentir remordimiento por algo que me salvará la vida. El fiero león no siente remordimiento al matar a la inocente gacela, porque esa gacela representa la vida, la continuidad de la especie. La supervivencia justifica todo, porque la supervivencia se justifica a sí misma, se explica a sí misma. Pero busco razones arbitrarias donde posiblemente no las hay, es mejor seguir observando y esperando al instante medular… Siente el latido agudo de su corazón agolparse dentro de su cuerpo, astillando su interior con golpes repetitivos e inclusos armoniosos, siente asimismo la sangre corrompida que circula sin cesar por cada conducto venoso, esa sangre que ha bebido a otras sangres y se ha infectado de placer con otras sangres, la sangre que le quema como fuego líquido en cada ínfimo lugar, la sangre como fuego que lo excita a llevar a cabo su acción, la sangre que matará a la sangre.

La muchacha sigue avanzando, y cada vez está más cerca, cada uno de sus pasos es un latido del corazón de él, cada paso es la muerte, cada paso es la rígida sucesión de acciones que no puede evitarse, cada vez su futuro se marca más en negras manchas de sangre, manchas negras que son su sangre, esa sangre que será matada por otra sangre. La noche ha sido prefijada desde hace mucho, la luna brilla con todo su esplendor de plata turbia, la noche ha sido prefijado por la luna: ella, a su vez, activa el instinto. Noche, luna, instinto: tres vértices para un triángulo de bestialidad y muerte. Triángulo cuyo centro es uno solo: la solitaria figura agazapada en el brumoso rincón de un callejón que es una garganta oscura e infinita. Es hora…


III
…la noche, la luna, el frío, las calles solitarias, los dilatados edificios, las altas horas nocturnas, el patético trabajo, el cabello azotado por el viento, la oscuridad que perturba los pensamientos, otra vez el frío, la cuidad vacía sin cientos de personas que enajenadamente circulen por sus arterias de piedra, las pocas luces encendidas en las miles de ventanas, los faroles desganados de las aceras que parecen insultar con la opacidad de su luz, la respiración, la otra respiración, la súbita presión, la presión inesperada de una mano extraña, la presión de una mano extraña sobre su boca, la presión de una mano extraña sobre su boca que sofoca cualquier intento de pedir auxilio, la anulación de la racionalidad, el terror, el repulsivo vaho tibio de la otra respiración que cubre las orejas del frío lacerante de la noche, el brazo desconocido que se anuda a su cintura, la fuerza que inmoviliza, la fuerza que inmoviliza y a su vez la arrastra hacia la negra boca de un callejón que la tragará infinitamente hacia su tráquea de horror…

…No, no, por favor, no, no, no, por favor, NO…

Al abrigo de la luna, que como un albornoz distante los protege, caen ambos en el duro piso del callejón, la faena no tardará en llevarse a cabo. Las manos ágiles procuran cumplir con su cometido, pero antes debe realizarse la purificación. Rápidos, los dedos no vacilan en desprender y quitar el ajustado pantalón de la muchacha, recorren la vasta geografía de las bellísimas piernas con perversa suavidad, luego quitan la sedosa ropa interior para liberar la nívea piel y dejarla frágil, ante el roce excesivo del cuerpo extraño, porfavornoquieroqueestoocurraprefieromorirmeprefieromorirme, tranquila dulce princesa, lo mejor está por llegar, y luego sí, el momento terrible, el momento que no es momento, el momento en que la purificación comienza con una puñalada en ese punto inferior en el que se conjugan ahora el placer y el horror, y el comienzo de los movimientos rítmicos y sincrónicos, la sinusoide oscilación, porfavorqueestoacabeya, y el placer y el horror unidos por un punto en común, el horror como forma de placer y el placer como forma del horror, vamos, no es tan malo, es como un juego, y la férrea mano que no se desplaza de la tierna boca de la muchacha, y la boca de la muchacha que insiste en gritar vanamente, porque cada grito es ahogado por la noche, y la presión horrenda sobre el vientre, y el acto pretérito que no acaba y parece extenderse hasta una eternidad infernal e insoportable, ese acto que ella tantas veces había ejecutado y que de pronto se tornó malévolo, y la lengua viscosa de él saboreando las mejillas de ella, y el gusto lacrimal que él siente, porque ella ha soltado el llanto, con sus pequeños regueros de cristalinas lágrimas corriendo por el rostro, y el hilo de saliva espesa que fluye desde la boca lobuna, y los ojos diamantinos de él fijos en los de ella, porque desea verla humillada, porfavornoporfavornoporquéporqué, esos ojos que fijaron el sacrificio, los ojos que brillaban con el reflejo especular de la luna, ojos que eran ventanas hacia el mundo del horror, la humillación, la vejación, el miedo, la nada… ya ha sido hecho, has sido purificada, dulce princesa, ahora es tiempo de concretar mi destino, y sin saber cómo, ella siente de pronto que las manos de él la liberan, hasta con suavidad podría decirse, y la repentina sensación de que eso ha acabado, de que ha sido algo indescriptiblemente horrendo, pero que ya ha acabado, es la luz al final del túnel, la luz prístina y enceguecedora de la vidriosa y breve felicidad que se apaga paulatinamente al sentir ella ahora las garras sobre su cuello, y la presión, la presión definitiva que va in crescendo con desmedida perversidad, ohnosantoDiosporfavorqueestoacabeyanolosoporto, y luego: la falta de aire, la imposibilidad de insuflar los pulmones, el vacío interno, los espasmos involuntarios, la nubosidad que comienza a aparecer en los ojos, esa nubosidad en principio gris y que luego se torna cada vez más blanca, blanca hasta tornarse intolerable, blanca hasta brillar con la refulgencia del sol, blanca hasta incinerar las pupilas y cubrirlas de una tela negra que la proyecta hasta el comienzo de la otra vida.

martes, 13 de noviembre de 2007

El criterio del lobo (Relato propio- 1ra Parte)

El prefacio
I
Se lo ve difuso, hundido en un brumoso rincón oscuro, al abrigo de la noche. Los ojos, como dos diamantes reflectantes, brillan con la vehemencia de la luna, que a su vez se yergue en lo alto de la esfera nocturnal. El disco selenita lo conduce con su completud, rige su destino con el tesón de un verdugo: cada ciclo es un proceso que conduce hacia el vaciamiento, hacia la ruptura de los sentidos, hacia la negación de la esencia humana. Pero su mitología es implacable, lleva en su sangre la metáfora de la maldad y la perversión; aunque eso ya no le importa, hace frío, la oscuridad parece no cubrirme, pero lo importante es la paciencia. No hay nada que no ocurra si uno tiene la suficiente convicción de esperar. Esperar es la clave. Esperar hasta que la presa se mueva, salga de su cueva de cemento, esas cuevas que niegan el principio del escondite y se elevan hasta el cielo. Esperar…esperar…

El callejón parece una garganta infinita, que conduce hacia ningún lugar. Él está quieto, imperceptiblemente quieto, tan quieto que parece no estar allí, tan quieto como una piedra, quieto como un inerte cadáver, sumamente quieto, está quieto hasta detener el propio tiempo. QUIETO.
No mueve un solo músculo. Ni uno de esos fuertes y malditos músculos, músculos que no son otra cosa que odio y furia. Afuera de su realidad, afuera de ese contexto de inmovilidad y espera paciente que lo convierte en una montaña orgánica, la ciudad se mueve con frenética lentitud, esa muchacha parece apetecible, es hermosa, tan sólo su cabello es de oro…sería una lástima… pero no. En mí NO EXISTE la lástima: soy un animal, y como tal debo responder a mis instintos. El instinto es la vía de la supervivencia, la supervivencia justifica el instinto. Soy un animal, pero… ¿lo animales razonan como yo lo hago? ¿Razonan los animales? ¿Piensan los animales? ¿Sienten, perciben, reciben la amalgama de sensaciones que este mundo provee? No recuerdo quién lo dijo, pero el hombre es también un animal: un animal racional. La muchacha ya se ha ido. He perdido una oportunidad, pero pensándolo bien (¿piensan, sienten los animales?) no era conveniente: necesito algo más… suculento. He hecho bien en dejarla ir.
En su universo de quietud, los pensamientos se encadenan la con la velocidad de lo inefable: su naturaleza es un castigo ¿Es un castigo? Sólo él lo sabe ¿Lo sabe? ¿Lo sabe en realidad? ¿Sabe acaso que él es eso? ¿Sabe que la metamorfosis lo convierte en eso? ¿O vive en una ignorancia abismal, tan insondable como los inicios de su condición? Hay demasiadas preguntas y demasiadas pocas respuestas. El misterio es simplemente eso: preguntas que carecen de contestación. Su vida es un continuo misterio, un misterio negro, putrefacto a fuerza del pecado, un misterio negro y putrefacto que lacera el espíritu, un misterio negro y putrefacto que lacera el espíritu con el ardor punitivo de una infección, la infección moral que lo carcome con días y noches y meses y lunas y muertes.
…nada más que silencio, el silencio perpetuo de una fúnebre convicción: hay que sobrevivir, la supervivencia rige ante todo: instinto y supervivencia ¿Hay alguna diferencia entre esos términos? ¿Hay diferencia entre seguir el instinto de la violencia y sobrevivir? ¿Sobrevivir depende del instinto? Estar tan quieto me obliga a pensar estas cosas, estas cosas que no me alimentan, que no me dan calor: cosas que no me alimentan ni me dan calor, ¿Sirven para algo entonces? ¿Sirven para sobrevivir? Le es imposible responder, porque una pregunta genera una respuesta, y la respuesta genera otra pregunta, y esa pregunta genera otra respuesta que a su vez genera otra pregunta más, y las preguntas y respuestas se eslabonan ipso facto en una dialéctica circular tan vasta que roza lo infinito, el círculo de preguntas y respuestas se agranda cada vez más, no tiene comienzo ni tampoco fin. Y mientras se generan más preguntas y más respuestas el tiempo perceptible se quiebra en pedazos dentro de su mente, como astillas invisibles que rasgan, lastiman, desgarran el pensamiento. La eternidad es insoportable.

II
¿Cuántas noches deberán pasar hasta que la sed de sangre se sacie de una vez y para siempre? ¿Cuántas noches deberán transcurrir en el camino de la soledad para que la sed, la terrible sed, esa sed que no perdona, la sed que conduce por senderos inextricables hacia el pecado mayor, la sed que nunca se acaba por fin se acabe?

III
De pronto, en la noche vaporosa y de frío sofocante, la ve venir. Es alta, de buena complexión, con un rostro de Venus que bordea la perfección formal. Y las piernas, sobre todo las piernas, esas piernas fornidas pero estéticas y como torneadas por el más hábil de los artesanos, piernas que no son de este mundo, piernas que son el más bello de los alimentos para unos ojos diamantinos que las observan con rigor, con invariable deseo.
Perfecto.
Prepara minuciosamente, dentro de su cosmos de estática quietud, aquella quietud que mantiene desde ya no sabe cuánto, la quietud que lo mortifica y lo entumece, en esa quietud eterna prepara el sangriento plan de acción. Plan que seguirá como tantas veces lo ha hecho, tantas veces…
Perfecto. Simplemente perfecto.

jueves, 11 de octubre de 2007

El lobo

Lo que va a leerse es acaso uno de los más antiguos textos que abordan la siempre interesante temática de la metamorfosis y, en este caso particular, la de la licantropía. Pertenece al Satyricon, del romano Petronio.
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Logré que uno de mis compañeros de hostería -un soldado más valiente que Plutón- me acompañara. Al primer canto del gallo, emprendimos la marcha; brillaba la luna como el sol a mediodía. Llegamos a unas tumbas. Mi hombre se para; empieza a conjurar astros; yo me siento y me pongo a contar las columnas y a canturrear. Al rato me vuelvo hacia mi compañero y lo veo desnudarse y dejar la ropa al borde del camino. De miedo se me abrieron las carnes; me quedé como muerto: Lo vi orinar alrededor de su ropa y convertirse en lobo.
Lobo, rompió a dar maullidos y huyó al bosque.
Fui a recoger su ropa y vi que se había transformado en piedra.
Desenvainé la espada y temblando llegué a casa. Melisa se extrañó de verme llegar a tales horas. -Si hubieras llegado un poco antes -me dijo- hubieras podido ayudarnos: Un lobo ha penetrado en el redil y ha matado las ovejas; fue una verdadera carnicería; logró escapar, pero uno de los esclavos le atravesó el pescuezo con la lanza.
Al día siguiente volví por el camino de las tumbas. En lugar de la ropa petrificada había una mancha de sangre.
Entré en la hostería; el soldado estaba tendido en un lecho. Sangraba como un buey; un médico estaba curándole el cuello.
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Petronio, Capítulo LXII del Satiricón

miércoles, 19 de septiembre de 2007

El diablo

Giovanni Papini (El Diávolo, Florencia, 1958) ha pasado revista a todas las teorías y a todas las hipótesis sobre el Diablo. Me llama la atención que omita (o ignore) el librito de Ecumenio de Tracia (317?-circa 390) titulado De natura Diaboli.
Se trata, no obstante, de un estudio de demonología. cuya concisión no obsta a su originalidad y a su riqueza de conceptos. Ecumenio atribuye sus ideas a un tal Sidonio de Egipto, de la secta de los esenios. Pero como en toda la literatura de los siglos I-V nadie, sino él, cita a ese Sidonio, ni este nombre aparece en ninguno de los autores rabínicos y cristianos que se ocuparon de los esenios, es casi seguro que el verdadero padre de la teoría sea el propio Ecumenio, quien echó a mano a un recurso muy en boga en su época, cuando la amenaza del anatema por herejías ya empezaba a amordazar la libertad del pensamiento cristiano.
Resumiré en pocas palabras el tratado de Ecumenio:
De distintos pasajes de la Biblia (Libro de Job, 1, 6-7; Zacarías, 3, l; I Reyes, 22, 19 y ss.; I Paralipómenos, 21, se deduce que las funciones de Satán eran las de espiar a los hombres y luego informar a Dios, acusarlos delante de Dios a la manera de un fiscal e inducirles a una determinada conducta.
Según Sidonio (es decir, según Ecumenio), cuando Dios decidió que uno de sus hijos (= ángeles) se encarnase en carne de hombre, se hiciera hombre y, después de enseñar la Ley en su prístino esplendor, oscurecido y marcado por las interpretaciones capciosas y acomodaticias, sufriese pasión y muerte y redimiera al género humano de sus Pecados, eligió, naturalmente, a Satán.
Así Satán fue el primer Mesías, el primer Cristo. Pero Satán, en cuanto se transformó en hombre, se alió a los hombres e hizo causa común con ellos.
En esto consiste la rebelión de Satán: en haberse puesto del lado de los hombres y no del lado de Dios.
Que lo haya hecho por maldad, por piedad, por amor a los hombres o por odio hacia Dios es lo que Ecumenio analiza con un detallismo casuístico digno de santo Tomás de Aquino o del padre Suárez.
Esa parte de su tratado no me interesa: me interesa y me fascina únicamente la hipótesis, de una increíble audacia, de que Satán, antiguo fiscal y espía de los hombres, apenas se hizo hombre se plegó a los designios de los hombres y desobedeció los planes divinos, obligando a Dios, en la segunda elección del Mesías, a elegirse a sí mismo en la persona del hijo, para no correr el riesgo de una nueva desobediencia que, luego de la de Adán y de la de Lucifer, le parecería inevitable.
Marco Denevi (Escritor argentino, 1922-1998)

viernes, 14 de septiembre de 2007

El tigre

Tyger, Tyger burning bright
In the forests of the night:
What inmortal hand or eye
Could frame thy fearful simmetry?

In what distant deeps or skies.
Burnt the fire of thine eyes?
On what wings dare he aspire?
What the hand, dare sieze the fire?

And what shoulder, & what art
Could twist the sinews of thy heart?
And when thy heart began to beat.
What dread heand? & what dread feet?

What the hammer? what the chain,
In what furnace was thy brain?
What the anvil? what dread grasp.
Dare its deadly terrors clasp?

When the stars threw down their spears
And water'd heaven with their tears:
Did he smile his work to see?
Did he who made the Lamb make thee?

Tyger, Tyger burning bright,
In the forests of the night:
What immortal hand or eye
Dare frame thy fearful symmetry?

William Blake, The Tyger (Incluido en Cantares de experiencia, 1794)



miércoles, 5 de septiembre de 2007

Refutaciones: "Las leyes fueron hechas para romperse"

Los axiomas de los lugares comunes adquieren muy diversas formas, y se refugian en construcciones triviales que la gente usa sin pensar, aplicándolos cuando la situación lo amerita. Pero ni bien uno se pone a razonar seriamente el tema, puede llegar a vislumbrar cosas que adquieren forma propia, y los mencionados lugares comunes comienzan a desintegrarse gota a gota en el océano de su propia contradicción.
Una frase de amplia difusión popular dice que “las leyes fueron hechas para romperse”. Nótese la hiperbólica arquitectura del nonsense y su arrogante finalidad. Esta simple oración pretende eliminar todo el sistema legal, pretende contradecir la esencia de la organización humana. ¿Por qué molestarse en crear leyes, si acabarán por desobedecerse? Pero eso no es lo que nos ocupa: el título de este artículo es Refutaciones y precisamente eso es lo que haremos: refutar esta frase.
Una breve serie encadenada de razonamientos nos permite arribar a la siguiente conclusión: primero, una frase normativa que pretenda erigirse por sobre todas las demás leyes existentes dentro de una sociedad constituirá una suerte de supra-ley. Esto lo permite también el hecho de que una enorme cantidad de gente hace uso de esa supra-ley, y esta masificación la justifica.
Por consiguiente, si la sentencia “las leyes fueron hecha para romperse” constituye también una ley en sí misma (ley que no es sistemática, sólo instaurada por la vulgar infección de los lugares comunes), y nos guiamos por su finalidad anárquica, debemos deducir que esa ley también fue hecha para romperse, y la única manera de quebrar dicha ley es, paradójicamente, no quebrar todas las demás. En definitiva, el verdadero mensaje que nos quiere transmitir la frase “las leyes fueron hechas para romperse” es que no debemos romper esas leyes. Y así, reductio ab absurdum, la “ingeniosa” máxima cae en la circular paradoja de su propia naturaleza irracional.
Se me objetará que, pese a acometer contra los lugares comunes, he hecho uso también de esos lugares para activar la maquinaria de mis argumentos: yo replicaré que no he hecho sino utilizar el lugar común para destruir al propio lugar común, he descorrido los velos que encubren la contradicción de esos lugares.
No se si he triunfado, o la asfixiante presencia de los lugares comunes ha ahogado mi intención.

martes, 28 de agosto de 2007

La pagoda de Babel

Ese cuento del agujero en el suelo, que baja quién sabe hasta dónde, siempre me ha fascinado. Ahora es una leyenda musulmana; pero no me asombraría que fuera anterior a Mahoma. Trata del sultán Aladino; no el de la lampara, por supuesto, pero también relacionado con genios o con gigantes.Dicen que ordenó a los gigantes que le erigieran una especie de pagoda, que subiera y subiera hasta sobrepasar las estrellas. Algo como la Torre de Babel. Pero los arquitectos de la Torre de Babel eran gente doméstica y modesta, como ratones, comparada con Aladino. Sólo querían una torre que llegara al cielo.Aladino quería una torre que rebasara el cielo, y se elevara encima y siguiera elevándose para siempre. Y Dios la fulminó, y la hundió en la tierra, abriendo interminablemente un agujero, hasta que hizo un pozo sin fondo, como era la torre sin techo.
Y por esa invertida torre de oscuridad, el alma del soberbio sultán se desmorona para siempre.
G.K. Chesterton, The man who knew too much.
Gilbert Keith Chesterton fue un prolífico autor inglés. Nació en 1874 y murió en 1936. Mundialmente conocido gracias a las series de cuentos policiales del padre Brown (un "insignificante" sacerdote dotado de una capacidad de análisis y razonamiento excepcionales), cultivó también el ensayo, la crítica literaria, la novela y el periodismo. Fue conocido como "el príncipe de las paradojas" porque su estilo siempre se caracterizó por sus la presencia de estas figuras. En él es común el hecho de comenzar sus escritos con alguna afirmación que parece de lo más normal, y haciendo ver que las cosas no son lo que parecen, y que muchos dichos se dicen sin pensarlos a fondo.
El fragmento que antecede a este texto está tomado de El hombre que sabía demasiado.

miércoles, 22 de agosto de 2007

El sueño del Rey

Lewis Carroll es el pseudónimo de Charles Lutwidge Dodgson, reconocidísimo escritor inglés que se hizo mundialmente famoso gracias a su obra fantástica Alicia en el país de las maravillas (1865) y su continuación Alicia a través del espejo (1872). Además fue sacerdote anglicano, lógico, matemático y fotógrafo. El fragmento que sigue es un extracto del capítulo IV de Through the looking-glass, y rescata la idea que pone en duda cuál es la verdadera realidad: si la que nosotros "vivimos" o la de los sueños, y la compleja estructura onírica de los sueños dentro de otros sueños. Esto fue material que Borges trató admirablemente en su relato Las ruinas circulares.


El sueño del Rey

-Ahora está soñando. ¿Con quién sueña? ¿Lo sabes?
-Nadie lo sabe.
-Sueña contigo. Y si dejara de soñar, ¿qué sería de ti?
-No lo sé.
-Desaparecerías. Eres una figura de su sueño. Si se despertara ese Rey te apagarías como una vela.

viernes, 17 de agosto de 2007

La confesión

En la primavera de 1232, cerca de Aviñón, el caballero Gontran D'Orville mató por la espalda al odiado conde Geoffroy, señor del lugar. Inmediatamente confesó que había vengado una ofensa, pues su mujer lo engañaba con el Conde.
Lo sentenciaron a morir decapitado, y diez minutos antes de la ejecución le permitieron recibir a su mujer, en la celda.
-¿Por qué mentiste? -preguntó Giselle D'Orville-. ¿Por qué me llenas de vergüenza?
-Porque soy débil -repuso-. De este modo simplemente me cortarán la cabeza. Si hubiera confesado que lo maté porque era un tirano, primero me torturarían.

Manuel Peyrou (1902-1974)

lunes, 30 de julio de 2007

Relato Breve: LA TRAICIÓN

- Me decepcionas- dijo Mill, con su mejor tono de estrella cinematográfica - Eres un perfecto perdedor.
- Puede ser, pero no olvides que yo poseo el dinero - escupió Fray, con la secreta convicción de que perdía un amigo, pero ganaba una cifra astronómica de billetes.
El cañón del arma distaba a unos pocos centímetros de Mill, y el acerado ojo lo observaba ferozmente.
- Sólo quiero una cosa más, antes de morir.
- Dilo- dijo Fray, con una voz de verdugo medieval, y su conciencia le aseguró que en ese momento estaba siendo piadoso.
- Esto es un juego especular. No soy yo el traicionado, amigo -dijo la palabra irónicamente- Sino tú.
Fray no advirtió que una figura desdibujada por las sobras de la noche eterna, se erguía detrás de él. Una sombra que conformaba el tercer vértice de una perfecta traición.
El estupor lo paralizó cuando la bala atravesó su corazón, como un beso mortal

Relato Breve: METODOLOGÍA DEL AMOR

Ernesto Sábato, El túnel.

Finalmente comprendió que la amaba. Tanto como para hacer de ella una idea eterna: fue entonces cuando presionó el milagroso gatillo.

domingo, 29 de julio de 2007

Relato Breve: APOCALIPSIS

Miraba el cuadriculado universo con la expectación de un niño. La última pieza sería movida. Alfil ataca al Rey: no había nada que hacer, el encierro era absoluto.
Lucifer dio jaque-mate: empezaba el Fin del Mundo.

Frases

- La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene.

- Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca.

- ¿De qué otra forma se puede amenazar que no sea de muerte? Lo interesante, lo original, sería que alguien lo amenace a uno con la inmortalidad.

- Estoy solo y no hay nadie en el espejo.

- Yo creo que habría que inventar un juego en el que nadie ganara.

- La paternidad y los espejos son abominables porque multiplican el número de los hombres.

- Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos.

- El infierno y el paraíso me parecen desproporcionados. Los actos de los hombres no merecen tanto.

- Soñar es la actividad estética más antigua.

Jorge Luis Borges (1899-1986)

sábado, 28 de julio de 2007

Dos teorías sobre la escritura literaria

Platón y Aristóteles, puede decirse, son los máximos representantes de las dos antagónicas posturas de concepción acerca de cómo un escritor escribe. Dos posiciones que han convivido por miles de años, riñiendo entre sí.
Estas dos posiciones tradicionalmente son conocidas como clásica y romántica. Explicaremos cada una.

La concepción romántica deriva de la tradición platónica, puesto que este filósofo consideraba que el poeta (el verdadero poeta) escribía gracias a un estado de manía; es decir, la divinidad (Musa) "poseía" al escritor y hacía fluir las palabras a través de él. Con esto, el poeta no componía sus líneas, sino que la Musa hablaba a través de él: el poeta escribía en un afiebrado impulso creativo. Era más que nada un medio de la divinidad, que le proveía el furor poeticus, y podía abandonarlo cuando quisiese.








Platón (427 a.C - 347 a.C)



En el lado opuesto se halla la postura clásica, que arranca con el pensamiento de Aristóteles (384 a.C - 322 a.C). En su Poética (compuesta en el siglo IV a.C) dice que la habilidad del escritor reside en la posesión de una técnica, de carácter racional y, por ende, transmisible (de maestro a discípulo, por ejemplo). Esta técnica, denominada Tekhné poetikhé, era propia de todas las artes. La tekhné consistía en seguir una serie de pasos, normas y preceptos, mediante los cuales el poeta podía llegar a componer sus textos.



La primera posición (la platónica) fue retomada mucho después, en el siglo XIX por el movimiento romántico, que hizo de la individualidad del artista uno de sus principales postulados. Por supuesto, los románticos reaccionaron contra el movimiento neoclasicista, que se replegaba sonre los antiguos modelos estéticos greco-latinos (de hecho, la crítica neoclásica del siglo XVIII juzgaba los textos de acuerdo a su "cercanía" o "ajustamiento" estilístico planteados en las distintas Artes Poéticas. Una de ellas era, precisamente, la Poética de Aristóteles).
Personalmente, yo no defiendo ni una ni otra posición. Dicho de otro modo, creo que ambas son esenciales en el proceso de escritura y concuerdo con Horacio que, en su Epístola a los Pisones, dice que tanto el conocimiento como el ingenio son necesarios a la hora de escribir. De nada sirve un ingenio totalmente inculto, ni los saberes sin el aporte de la imaginación. Ambas cosas conspiran juntas hacia el mismo fin.





Horacio (65 a.C - 8 a.C)




miércoles, 18 de julio de 2007

Versos increíbles

Particularmente, me sigo pasmando ante la infinita habilidad de Borges para componer poemas. Creo que los versos que siguen son un buen ejemplo de ello.

Tarde que socavó nuestro adiós.
Tarde acerada y deleitosa y monstruosa como un
ángel oscuro.
Tarde cuando vivieron nuestros labios en la desnuda
intimidad de los besos.

Jorge Luis Borges. Una despedida

martes, 26 de junio de 2007

Relato breve: LA REGRESIÓN


Mientras viaja en motocicleta, un hombre -confundido en la turbiedad anácronica de una difusa nube temporal- tiene la sensación de que es un general de los ejércitos de Carlomagno. Siente muy pesada la mano derecha, acaso porque en ella sostiene trágicamente una espada ensangrentada. No se da cuenta tampoco de que el caballo azabache que cabalga bajo sus piernas lo lleva hacia una muerte inevitable.

Relato breve: EL MÓVIL

Un hombre, distendido cómodamente en su cama, juega a que entre sus manos tiene un arma invisible: la sostiene por la culata, abre el tambor para colocar las balas virtuales, lo cierra, presiona el martillo, apunta milimétricamente a diferentes objetivos que se hallan en su habitación. Ve de pronto a su mujer entrar por la puerta; lúdicamente, como si de verdad disparase, le apunta y aprieta el inexistente gatillo.
La mujer, envuelta en sangre, se desmorona como un castillo de naipes hacia el piso.

martes, 19 de junio de 2007

Un verso

En oponión de Unamuno, solamente este verso de Christopher Marlowe es más grande que todo el Fausto de Goethe.


Sweet Helen, make me inmortal with a kiss...

Esencia de los espejos

Sin la taumaturgia especular de los espejos no seríamos nada. El espejo tiene esa propiedad mágica de mostrarnos quienes somos, cómo somos. Un individuo puede conocer el mundo sin problemas, puede verlo, percibirlo. Lo único que no puede ver es su propio rostro, no puede ver -por paradójico que parezca- la esencia íntima de su identidad, la muestra de que uno mismo es ese uno mismo. Estamos diseñados para no saber quienes somos, para no saber cómo todo el resto de la humanidad nos identifica. Esse est percipii; pero yo no puedo percibir visualmente (la historia de los sentidos es, en gran parte, la historia de uno sólo: el de la vista) mi facies, y si no la percibo ¿Existo?
El espejo viene a resolver este paradigmático dilema existencial: el espejo nos muestra que estamos allí, que si obtenemos un reflejo de nuestro rostro es porque ese rostro efectivamente existe. La esencia del espejo es funcional, es que cada uno pueda descubrirse individualmente, pueda percibirse. El mundo al otro lado del espejo se comunica conmigo y me confirma que allí estoy, observándome a mí mismo. Me devuelve mi propia identidad. Por resulta ser tan perturbador vernos reflejados en un espejo roto: las grietas vidriosas nos laceran el rostro, nos destruyen y en ese universo virtual no podemos reconocernos: el rostro al otro lado no es nuestro rostro; es otro rostro, demolido, dañado, herido.
El mundo al otro lado del espejo es un reflejo de nuestro mundo, es una imitación perpetua: la pregunta es ¿de qué lado nos hallamos nosotros?

miércoles, 6 de junio de 2007

Elogio de la brevedad

El siguiente texto es el relato mas breve y fantastico que he podido leer. Toda una genialidad.

Sola y su alma
Una mujer está sentada sola en una casa. Sabe que no hay nadie más en el mundo: todos los otros seres han muerto.
Golpean a la puerta.

Thomas Bailey Aldrich: Works, vol. 9, pág. 341 (1912).

martes, 5 de junio de 2007

El silencio de Dios

En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios,
y el Verbo era Dios.
Juan, 1: 1

Existe una única palabra que rige el destino del mundo. Una única palabra que conduce la mecánica invisible del Universo. Una única palabra que dota de sentido a todas las cosas. Una única palabra que permite diferenciar lo eterno de lo mortal. Una única palabra que tiene el poder para acabar con toda la Creación. Una única palabra en la cual se resuelven y dirimen los arcanos de la existencia, de la vida y de la muerte.
Existe, también, un único Ser que conoce esa palabra: ese Ser soy Yo. Me bastaría pronunciarla para que el cosmos absoluto se diluyera en partículas de nada. Paradójicamente, no puedo pronunciar la Palabra: hacerlo supondría poner fin a mi existencia.

martes, 29 de mayo de 2007

La otra mirada

Para todos aquellos que piensan que la realidad posee una sola cara, es menester que lean este texto de Julio Cortázar (que se incluye dentro del volumen Historias de cronopios y de famas); en el que se da una magistral vuelta de tuerca y se cambia la perspectiva del mundo que nos rodea. Es una maravillosa visión de cómo nuestro universo material se está adueñando de nosotros, hasta hacernos sus siervos.
  • Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj
Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan —no lo saben, lo terrible es que no lo saben—, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

martes, 22 de mayo de 2007

Instrucciones para morir


A todos aquellos sujetos que deseen terminar de una vez por todas con su vida, está dedicado este breve manual.
En primer lugar, repasaresmos los tipos de muerte más común que existen. Desde mi perspectiva, estos son: el suicidio, el homicidio y la muerte natural. Omitiremos la enfermedad por ser un elemeto ajeno y externo al propio individuo; y los accidentes, por su azarosa naturaleza.
Pues bien, la muerte natural es necesariamente lenta y poco afortunada para el sujeto que ya no puede soportar la carga de su existencia. Queda entonces, descartada.
Pasamos ahora al homicidio. Para el lector curioso que se pregunta ¿Cómo puedo ser víctima de homicidio? la respuesta es sencilla: vaya a un bar de poca monta, bébase unas cervezas y comience una riña (siempre es bueno comenzar por un insulto) con el individuo más salvaje, fornido y pendenciero que encuentre allí. Con un poco de suerte, acabará usted al otro día en el cementerio de su localidad.
Si no le gusta beber, o no le agradan las peleas, hay un método más sencillo: pídale a un buen amigo que lo ejecute bondadosamente (recuerde dejar un mensaje certificado de que su amigo lo mató porque usted se lo pidió, de lo contrario su amigo dejará de ser su amigo y pasará el resto de sus días en una prisión).
Y llegamos así al suicidio, al parecer la forma de muerte predilecta de los japoneses. Puede usted recurrir a un sinnúmero de posibilidades: cortarse las venas, arrojarse debajo de un tren, beberse un buen vaso de veneno, tragarse una galaxias de pastillas. Pero sin lugar a dudas, el método más romántico es el famosísimo harakiri. Bastará para ello, que consiga un puñal de extensión media y, estando usted en genuflexa posición sobre el suelo, lo hunda con mortal decisión en su vientre.

NOTA: el autor de este manual no se responsabiliza por los usos que los lectores puedan hacer de las recomendaciones expuestas. De más está decir que, una vez que ha ejecutado uno de los métodos, los resultados son irreversibles.

lunes, 30 de abril de 2007

La espera

Lo que sigue es el tímido intento de escritura poética, de un tímido intento de escritor. Los lectores comprensivos sabrán disculpar los errores, pero sólo el tiempo hará justicia y condenará a este texto al olvido.


A Mitxu, el Hada Mística que encarna a todos los arcanos de las Musas.


LA ESPERA

En diez décadas estaré muerto
mas no se puede impedir
que los hados sucumbir
nos hagan, ganándonos el entuerto.

Sólo la Fortuna puede dirigimos,
ante un fatal Destino atroz
cubriéndonos como albornoz
y levemente dirimirnos

Las Parcas, oscuras damas tejedoras,
decidirán por fin cuando sea la hora
de visitar el terrible Hades

y allí esperará Hermes con sus llaves
para adentramos en la ciénaga, como peones,
y pasar en tinieblas el resto de nuestros eones

jueves, 26 de abril de 2007

Tres relatos fantásticos

UN AUTÉNTICO FANTASMA
¿Habría algo más prodigioso que un auténtico fan­tasma? El inglés Johnson anheló, toda su vida, ver uno; pero no lo consiguió, aunque bajó a las bóvedas de las iglesias y golpeó féretros. ¡Pobre Johnson! ¿Nunca miró las marejadas de vida humana que amaba tanto? ¿No se miró siquiera a sí mismo? Johnson era un fantasma, un fantasma auténtico; un millón de fantasmas lo co­deaba en las calles de Londres. Borremos la ilusión del Tiempo, compendiemos los sesenta años en tres minutos, ¿qué otra cosa era Johnson, qué otra cosa somos nos­otros? ¿Acaso no somos espíritus que han tomado un cuerpo, una apariencia, y que luego se disuelven en aire y en invisibilidad?

De Sartor Resartus (1834), de Thomas Carlyle


EL GESTO DE LA MUERTE
Un joven jardinero persa dice a su príncipe:
—¡Sálvame! Encontré a la Muerte esta mañana. Me hizo un gesto de amenaza. Esta noche, por milagro, quisiera estar en Ispahan.
El bondadoso príncipe le presta sus caballos. Por la tarde, el príncipe encuentra a la Muerte y le pregunta:
—Esta mañana ¿por qué hiciste a nuestro jardinero un gesto de amenaza?
—No fue un gesto de amenaza —le responde— sino un gesto de sorpresa. Pues lo veía lejos de Ispahan esta mañana y debo tomarlo esta noche en Ispahan.

Jean Cocteau.



GLOTONERÍA MÍSTICA
A orillas de un río, un monje tibetano se encontró con un pescador que cocía en una marmita una sopa de pescados. El monje, sin decir palabra, se bebió la mar­mita de sopa hirviendo. El pescador le reprochó su glo­tonería. El monje entró en el agua y orinó: Salieron los peces que había comido y se fueron nadando.

De Parmi les Mystiques et les Magiciens du Tibet (1929), de Alexandra David-Neel.

lunes, 23 de abril de 2007

Tres relatos de fantasmas

Extraídos de la Antología de la Literatura Fantástica (Borges-Bioy Casares-Ocampo)


DEFINICIÓN DE FANTASMA
¿Qué es un fantasma? preguntó Stephen. Un hombre que se ha desvanecido hasta ser impalpable, por muerte, por ausencia, por cambio de costumbres.
Del Ulysses (1921), de James Joyce.



UN CREYENTE
Al caer de la tarde, dos desconocidos se encuentran en los oscuros corredores de una galería de cuadros. Con un ligero escalofrío, uno de ellos dijo:
—Este lugar es siniestro. ¿Usted cree en fantasmas?
—Yo no —respondió el otro— ¿Y usted?
—Yo sí —dijo el primero y desapareció.
George Loring Frost: Memorabilia (1923).


FINAL PARA UN CUENTO FANTÁSTICO
—¡Qué extraño! —dijo la muchacha, avanzando cau­telosamente—. ¡Qué puerta más pesada! —La tocó, al hablar, y se cerró de pronto, con un golpe.
—¡Dios mío! —dijo el hombre—. Me parece que no tiene picaporte del lado de adentro. ¡Cómo, nos ha encerrado a los dos!
—A los dos no. A uno solo —dijo la muchacha.
Pasó a través de la puerta y desapareció.
I. A. Ireland: Visitations (1919)

jueves, 19 de abril de 2007

Dos poemas


De Jorge Luis Borges


LOS ENIGMAS

Yo que soy el que ahora está cantando
Seré mañana el misterioso, el muerto,
El morador de un mágico y desierto
Orbe sin antes ni después ni cuándo.
Así afirma la mística. Me creo
Indigno del Infierno o de la Gloria,
Pero nada predigo. Nuestra historia
cambia como las formas de Proteo.
¿Qué errante laberinto, qué blancura
ciega de resplandor será mi suerte,
cuando me entregue el fin de esta aventura
la curiosa experiencia de la muerte?
Quiero beber su cristalino Olvido,
Ser para siempre; pero no haber sido.

(De El otro, el mismo)


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EL SUEÑO

Si el sueño fuera (como dicen) una
Tregua, un puro reposo de la mente,
¿Por qué, si te despiertan bruscamente,
Sientes que te han robado una fortuna?
¿Por qué es tan triste madrugar? La hora
Nos despoja de un don inconcebible,
Tan íntimo que sólo es traducible
En un sopor que la vigilia dora
De sueños, que bien pueden ser reflejos
Truncos de los tesoros de la sombra,
De un orbe intemporal que no se nombra
Y que el día deforma en sus espejos.
¿Quien serás esta noche en el oscuro
Sueño, del otro lado de su muro?

(De El otro, el mismo)

jueves, 12 de abril de 2007

Una metáfora


Las cosas bellas tienen esa particular cualidad de mejorar con el discurrir del tiempo. Yo mismo lo he comprobado, mediante la experiencia visual. He visto una rosa muy particular.

Si hay un objeto que se presta a la absorción constante de símbolos, ese es la rosa. Respresenta tanto al amor, como al dolor; tanto al éxito y el fracaso; tanto a la vida, como a la muerte. Como dice Umberto Eco: « (…) la rosa es una figura simbólica tan densa que, por tener tantos significados, ya casi los ha perdido todos». La flor encierra en sí misma un halo metafísico que pareciera aumentarle el grado de belleza. Y mi revelación surgió cuando pude seguir el hilo de la vida de una rosa. En efecto, en el jardín de mi casa se yergue, estoica, una flor de este tipo y he podido ver como, con cada día que pasa, la rosa se va marchitando muy levemente, va perdiendo su color rojo sangre para dar lugar a una tonalidad mucho más oscura, más cardenal, más mortuoria. La flor está muriendo, sin dudas, está por finalizar su ciclo predeterminado pero paradójicamente, y pese a que pierde su lozanía, la rosa es cada vez más bella. Lo he traducido como una interesante metáfora del paso del tiempo.

Teosofía

A Mitxu, que me incita a estas cosas…

El misterio de Dios es uno de los más herméticos a los que haya dado lugar la humanidad. Nada hay que intrigue más a las personas que la posibilidad de existencia (o no) de un ente todopoderoso, omnisciente y eterno.
Por milenios, filósofos y teólogos han tratado de dar forma a un pensamiento teosófico, han tratado de explicar la naturaleza de Dios, ya sea desde planos místicos o racionales. Para la primera opción se necesita ser un “elegido”, el sujeto a quien el “dios” ha seleccionado para revelarse ante la humanidad (ejemplos consagrados son Noé, Moisés, Jesucristo y Mahoma). Para aquellos que, como nosotros, no han sido tocados por la vara de la revelación, sólo nos queda la vía de la deducción.
Primero, comencemos por admitir (al menos por un momento) una proposición arbitraria: Dios existe. Si no aceptamos ello, cualquier disquisición teórica sería gratuita y, lo que es peor, ociosa.
Ahora bien, el principal atributo de Dios es, según la tradición judeocristiana, su perfección. Dios es perfecto en todo sentido. El ser humano, por otra parte, tiene la propiedad de ser perfectible (es decir, de aspirar a estadios mayores de perfección), pero no la de ser perfecto. Es, paradójicamente, esta característica la que no nos permite alcanzar a Dios, la que no nos permite llegar a un conocimiento del ente. Dios es incognoscible a fuerza de ser perfecto, porque la mente humana no puede aprehender el concepto de perfección en todo su espectro, en su absolutidad. Y así, como no podemos contemplar conceptos abstractos como el infinito, tampoco podemos contemplar a Dios. La esencia divina se halla en un plano de cognoscibilidad suprasensorial. Precisamente por ello, Dios nunca se ha presentado de manera directa: a Moisés, verbigracia, se le reveló en la forma de una zarza en llamas, y que sin embargo «no se consumía» (Éxodo, 3:2). Ni siquiera el Nombre de Dios – Yahvéh – nos aclara las cosas, porque es un arcano indescifrable: “Dijo Dios a Moisés: «Yo Soy el que Soy»” (Ego sum qui sum, Éxodo; 3:14). A Noé, con quién Dios estableció la primera alianza, le llegó solamente a voz de Yahvéh, desde los cielos: «Dios miró a la tierra, y he aquí que estaba viciada, porque toda carne tenía una conducta viciosa sobre la tierra. Dijo, pues, Dios a Noé: He decidido acabar con toda carne, porque la tierra está llena de violencias por culpa de ellos. Por eso, he aquí que voy a exterminarlos de la tierra.» (Génesis 6; 12-13).
Por el mismo motivo, no abundan las obras pictográficas en las que se represente a Dios (el Islam, de hecho, prohíbe cualquier representación de personajes religiosos), a excepción de La creación, el fresco monumental que Miguel Ángel pintó en la bóveda de la Capilla Sixtina.Por tales razones, Dios seguirá siendo un misterio.
Y quien sabe, tal vez allí, en esa vacuidad en la que estamos inmersos resida el verdadero poder de creencia.

martes, 3 de abril de 2007

Un problema

Existe un antiquísimo acertijo que ha dado vueltas por mucho tiempo en el mundo y que reza: «Supón que un árbol cae en un bosque, pero en el bosque no hay nadie ¿Hace ruido el árbol al caer, si no hay nadie para escucharlo?» Tratar de dar una respuesta a este acertijo será la finalidad de este texto.
Comenzaremos por hacer un discernimiento de tipo terminológico. Nadie duda que un árbol al caer, producirá inevitablemente algo, creará una determinada reacción física. A ese algo le llamaremos vibración audible (nótese que el adjetivo audible hace referencia a la «posibilidad de ser oído», es decir que se encuadra dentro de un campo hipotético de posibilidades).
Ahora bien, lo que nos dice el problema en cuestión es si el árbol hace ruido al caer. Podemos traducir la palabra ruido en sonido (ya que el ruido es una forma caótica y desarticulada del sonido). Entonces ¿produce un sonido el árbol cuando impacta contra el suelo? El término sonido, según el Diccionario de la Real Academia Española, se define como: “sensación producida en el órgano del oído por el movimiento vibratorio de los cuerpos, transmitido por un medio elástico, como el aire”. Aquí se halla la respuesta a nuestro problema, porque el sonido es una percepción, y la percepción necesariamente implica a un ente receptor (en este caso estamos hablando de seres humanos). Ergo, el sonido (para ser sonido) necesita, por su propia esencia, de un receptor, es decir, de una persona que pueda captarlo e interpretarlo como tal. Si no es así, dicho sonido se quedaría en el estadio de vibración audible. Sólo en contacto con órganos receptores la vibración audible se transforma en sonido propiamente dicho.
Por ende, si no hay nadie (y pese a que nos estamos refiriendo a personas, también deben incluirse animales) en el bosque, la vibración audible nunca podrá llegar a ser un sonido; y el árbol al caer no produce ningún ruido.

lunes, 19 de marzo de 2007

Retrato del Diablo



Nunca sabremos a ciencia cierta, cómo es la fisonomía infernal de un ser como el Diablo. Muchos son los tópicos que los ilustradores han tomado y perpetuado en el tiempo: un ser híbrido, con patas de cabra, cola, un tridente en la mano, cuernos en la cabeza. Tampoco está exento de llevar una capa roja sobre su espalda. Es decir, es un ser netamente teratológico y que sin dudas infringirá temor en cualquier sujeto con el que interactúe.
No obstante, la Biblia, en el Apocalipsis, nos revela que su forma es la de “un gran dragón, la serpiente antigua” (Ap. 12:10). Y no es casualidad que Satanás (nombre que proviene del hebreo hasatan, con el que se designaba a una especie de “espía” divino) haya adoptado asimismo la forma de la serpiente para poder “seducir” a Eva e inducirla a probar el fruto prohibido. San Juan, en su libro, también nos dice que se paró sobre la arena del mar y vio “subir del mar una bestia que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cuernos diez diademas; y sobre sus cabezas un nombre de blasfemia” (Ap. 13:1) Lo que notamos, sin duda, es que Satán puede adoptar múltiples formas, según su conveniencia. De aquí deducimos algo muy sencillo: el Diablo (o Satán, Belcebú, Lucifer o como deseemos llamarlo) no tiene forma, no tiene existencia fuera de nosotros mismos, porque es una proyección (mental, si se quiere) de nuestros temores. La forma se la damos nosotros, de acuerdo a nuestras convicciones. Sabemos que el Diablo es un ser corrupto que intenta ganar almas, tentándolas. Y no hay forma más fácil de tentar a un sujeto que adoptar una forma específica e individual que golpee sus sentidos y sentimientos, una forma que ataque las debilidades propias de cada individuo. Ergo, el concepto de Diablo es uno solo, pero hay un Diablo para cada uno de nosotros.
NOTA: En las primeras líneas he mencionado una tradicional descripción del Diablo, que se ha heredado de la era medieval. Ésta, como nos dice Jorge Luis Borges en “El libro de los seres imaginarios”, proviene de la imagen de los sátiros, seres fabulosos de la mitología romana. Se los describe así: “Así los griegos los llamaron; en Roma les dieron el nombre de Faunos, de Panes y de Silvanos. De la cintura para abajo eran cabras; el cuerpo, los brazos y el rostro eran humanos y velludos. Tenían cuernecitos en la frente, orejas puntiagudas y la nariz encorvada. Eran lascivos y borrachos. Acompañaron al dios Baco en su alegre conquista del Indostán. Tendían emboscadas a las Ninfas; los deleitaba la danza y tocaban diestramente la flauta. Los campesinos los veneraban y les ofrecían las primicias de las cosechas. También les sacrificaban corderos”.

jueves, 8 de marzo de 2007

Sobre la originalidad en la literatura



Hoy en día, es común escuchar (o mejor dicho leer) que muchos críticos se refieren a ciertas obras como “originales” o, a sensu contrario, como “poco originales”. Me parece pertinente reflexionar desde una perspectiva tautológica[1] el concepto de originalidad en la literatura.
«Nihil novum sub sole» solían decir los romanos, para indicarnos que no hay nada nuevo, que todo ya está escrito desde que el tiempo es tiempo y desde que el hombre aprendió a utilizar la escritura como medio de comunicación. Esta referencia es muy acertada para nuestro pequeño estudio, porque podemos decir que en realidad, nada es ciento por ciento original de por sí. Los temas literarios a los cuales los escritores se aferran vienen repitiéndose (y acumulándose) desde Homero (o si somos un poco quisquillosos, desde las tablillas de arcilla que recitan el Poema de Gilgamesh) hasta nuestros días, conformando un gran corpus temático que sirve de materia a la composición de las obras.
La originalidad, por ende, no estará dada por los temas que los autores abarquen, sino más bien en como tratarán esos temas, como los narrarán. Tomemos como ejemplo (por un puro capricho hedónico de mi parte) la obra de Borges. Sabemos bien que los temas que más fascinaban al maestro era los relacionados con conceptos metafísicos: el tiempo, el espacio, la materia, la inmortalidad, etc; temas que, por otra parte, ya venían siendo trabajados, verbi gratia, por los filósofos griegos como Platón o Aristóteles. Pero esto no resta en absoluto originalidad a la obra borgeana. Muy por el contrario, Borges al tomar elementos preexistentes (puesto que es muy difícil crear desde la nada, a menos que se tenga un carácter divino) los interlaza y reelabora aportando su cuota de creatividad personal, su estilo propio. Allí se presenta, según mi perspectiva, la naturaleza esencial de la originalidad literaria. La obra de Borges es tremendamente original, precisamente porque el autor sabe como ensamblar milimétricamente cada una de las partes que conforman el todo y como rellenar los espacios vacíos con ideas nuevas. En esto presenta mucha importancia el concepto de préstamo intertextual, es decir, la inclusión en la propia obra de conceptos ya desarrollados por distintos autores a lo largo del tiempo. La escritura es, esencialmente, reescritura y todo (gran) escritor es, en primera instancia, un gran lector. Ya lo dijo el mismo Borges: «Que otros se enorgullezcan de las páginas que han escrito, a mi me enorgullecen las que he leído». Sólo leyendo en cantidades diluvianas se puede aprehender la esencia misma de la literatura, su carácter único. Y sólo leyendo se pueden extraer los conceptos y las estrategias necesarias para poder escribir. Lo que viene después está dado por la habilidad del escritor para conjugar todos esos elementos en una obra narrativamente original, haciendo uso de todas las potencialidades del lenguaje. Otro ejemplo borgeano: en El libro de arena (1975) se incluye un cuento titulado El otro, que versa sobre el tema del doble, el doppelgaenger; éste era uno de los favoritos de los escritores románticos (en especial de los alemanes, como lo demuestra Heinrich Heine en su poema “Der doppelgäenger”). En el prólogo al libro, Borges ya nos advierte sobre la secularidad del tema: «El relato inicial toma el viejo tema del doble […]». Pero el cuento de Borges es más que un relato más acerca del doble; es una experiencia de confrontación con uno mismo en un estadio diferente. Es un dilema existencial sobre lo que fuimos y sobre lo que somos.
Ergo, los temas pueden repetirse infinitamente, pero el modo de enunciarlos, de transmitirlos, van cambiando, mutando en multiformes y vastos regueros de tinta. Por ende, las obras no son meras asincronías tautológicas dadas a lo largo del tiempo. Tomemos otro ejemplo, esta vez será la obra Boquitas pintadas (1969) de Manuel Puig. Personalmente, dudo mucho que la novela de Puig haya tenido tanta aceptación de no ser por las “vanguardistas” estrategias narrativas que utiliza para construir su novela. En Boquitas pintadas, el narrador tiende a desaparecer y es reemplazado por toda una sucesión de elementos tomados de la cultura de masas: cartas, entradas de agendas, actas policiales y hospitalarias, informes de hospital, diarios íntimos, etc. Como curiosidad comparativa, diremos que Bram Stoker llevó esto también a la práctica en su novela Drácula, unos cuantos años antes que Puig. Prosiguiendo con Boquitas pintadas, hasta su estructuración corresponde a elementos culturales provenientes de medios populares, puesto que su arquitectura narrativa se arma en base a entregas de folletines. Pero más allá de eso, la novela de Puig es una novela sentimental como tantas se han escrito. Sin embargo, la inventiva del escritor se halla, precisamente, en el modo de narrar su historia; allí reside su originalidad.
Cabe precisar que, en ningún momento a lo largo de esta exposición, me he referido a la originalidad o creatividad argumentativa, que es un tema diferente y que, taxonómicamente, se enlistaría en el conjunto de estrategias narrativas; puesto que la historia o fábula – como le llamaban los formalistas rusos – no deja de ser una forma de representación simbólica (si se quiere) del tema a tratar.
Así, las cosas ya se han dicho. Lo que hace falta es decirlas de otro modo diferente, con ideas nuevas; y me temo que este texto ya ha sido escrito por alguien en algún momento de la historia.


[1] Adoptando la primera acepción que nos otorga el Diccionario de la Real Academia Española.

Escribir es una lucha

En su “Decálogo del escritor”, Augusto Monterroso plantea una hipótesis interesante: el acto de escribir es una constante lucha. Sí: una lucha con un elemento que manejamos desde nuestros primeros años de vida: el lenguaje. Para esa pelea, el escritor guatemalteco aconseja ejercitarse día y noche.
Además de ser una bella metáfora, la definición de Monterroso me parece muy acertada y precisa. Ahora mismo, yo me encuentro “luchando” con el lenguaje al escribir este texto, estoy tratando de hallar en los laberínticos pasajes de mi cerebro la palabra que encastre a la perfección con la cadena de vocablos que he armado. Si la palabra no es la acertada, el eslabón es necesariamente débil y toda la estructura corre el riesgo de desintegrarse, de caerse como un castillo de naipes mal construido.
La escritura implica trabajo y esfuerzo. La inspiración, el toque taumatúrgico de las Musas, es muy importante, pero cuando llega es arrebatado, febril y desordenado. Uno vomita toda la carga retórica que se le otorga y la plasma informe en el papel. Allí es donde debe entrar el trabajo de ordenación, corrección, suplantación y supresión; que es el más arduo que le toca a un escritor. Ya lo dijo Hemingway: “La literatura es un 10% de inspiración y un 90% de transpiración”.
La única herramienta que podemos utilizar para "luchar" con el lenguaje y con el texto, es el conocimiento. Y la soga de conocimientos con la que "dominaremos" al texto sólo de puede trenzar con el hilo de la lectura.

miércoles, 7 de marzo de 2007

Argumentum ornithologicum



Por Jorge Luis Borges

Cierro los ojos y veo una bandada de pájaros. La visión dura un segundo o acaso menos; no sé cuántos pájaros vi. ¿Era definido o indefinido su número? El problema involucra el de la existencia de Dios. Si Dios existe, el número es definido, porque Dios sabe cuántos pájaros vi. Si Dios no existe, el número es indefinido, porque nadie pudo llevar la cuenta. En tal caso, vi menos de diez pájaros (digamos) y más de uno, pero no vi nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres o dos pájaros.Vi un número entre diez y uno, que no es nueve, ocho, siete, seis, cinco, etcétera. Ese número entero es inconcebible, ergo, Dios existe.

Para entender un poco, clickea

El acróstico justifica los fines

Utilizando
Maravilloso
Blog
Intentaré
Lograr
Interesantes
Cosas,
Usurpando
Sapiencias

Nequaquam Vacuum

En “El péndulo de Foucault”, Umberto Eco sostiene que la naturaleza le tiene un miedo terrible al vacío. Argumento irreprochable. Todos los espacios tienden a llenarse, a completarse de una u otra manera. Nequaquam vacuum: el vacío no existe; el vacío es una condición forzada, porque no hay suficiente materia como para poder rellenar el espacio que hay entre todos los cuerpos celestes que pueblan el Universo – que tal vez resulte ser infinito. Si hubiese tal cantidad de “relleno” el vacío no existiría sino como una hipotetización, como una posibilidad.
De la misma manera se comporta este blog. Tenderá irremediablemente a completarse, porque es su naturaleza. Si se hallase vacío, de poco interés resultaría para los que lo leyesen. Así que poco a poco irá rellenándose, irá absorbiendo los materiales que su autor le provea y se alimentará de caracteres, imágenes y demás elementos hipertextuales que se conjugarán en un collage multiforme; elementos que por otra parte no existen sino allí mismo, en el universo virtual que les da vida a su manifestación binaria, a ese eterno juego de dualidad entre unos y ceros.