martes, 29 de mayo de 2007

La otra mirada

Para todos aquellos que piensan que la realidad posee una sola cara, es menester que lean este texto de Julio Cortázar (que se incluye dentro del volumen Historias de cronopios y de famas); en el que se da una magistral vuelta de tuerca y se cambia la perspectiva del mundo que nos rodea. Es una maravillosa visión de cómo nuestro universo material se está adueñando de nosotros, hasta hacernos sus siervos.
  • Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj
Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan —no lo saben, lo terrible es que no lo saben—, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

martes, 22 de mayo de 2007

Instrucciones para morir


A todos aquellos sujetos que deseen terminar de una vez por todas con su vida, está dedicado este breve manual.
En primer lugar, repasaresmos los tipos de muerte más común que existen. Desde mi perspectiva, estos son: el suicidio, el homicidio y la muerte natural. Omitiremos la enfermedad por ser un elemeto ajeno y externo al propio individuo; y los accidentes, por su azarosa naturaleza.
Pues bien, la muerte natural es necesariamente lenta y poco afortunada para el sujeto que ya no puede soportar la carga de su existencia. Queda entonces, descartada.
Pasamos ahora al homicidio. Para el lector curioso que se pregunta ¿Cómo puedo ser víctima de homicidio? la respuesta es sencilla: vaya a un bar de poca monta, bébase unas cervezas y comience una riña (siempre es bueno comenzar por un insulto) con el individuo más salvaje, fornido y pendenciero que encuentre allí. Con un poco de suerte, acabará usted al otro día en el cementerio de su localidad.
Si no le gusta beber, o no le agradan las peleas, hay un método más sencillo: pídale a un buen amigo que lo ejecute bondadosamente (recuerde dejar un mensaje certificado de que su amigo lo mató porque usted se lo pidió, de lo contrario su amigo dejará de ser su amigo y pasará el resto de sus días en una prisión).
Y llegamos así al suicidio, al parecer la forma de muerte predilecta de los japoneses. Puede usted recurrir a un sinnúmero de posibilidades: cortarse las venas, arrojarse debajo de un tren, beberse un buen vaso de veneno, tragarse una galaxias de pastillas. Pero sin lugar a dudas, el método más romántico es el famosísimo harakiri. Bastará para ello, que consiga un puñal de extensión media y, estando usted en genuflexa posición sobre el suelo, lo hunda con mortal decisión en su vientre.

NOTA: el autor de este manual no se responsabiliza por los usos que los lectores puedan hacer de las recomendaciones expuestas. De más está decir que, una vez que ha ejecutado uno de los métodos, los resultados son irreversibles.