viernes, 25 de abril de 2008

Esencia de la literatura

Pese a todos los esfuerzos de los académicos y a las rígidas definiciones enciclopédicas, tenemos la firme sospecha de que nadie sabe realmente qué es la literatura. Cualquiera de nosotros la reconoce, estamos con ella día a día, la degustamos en frases y páginas, pero si alguien intentase preguntarnos qué entendemos por literatura, todas las palabras del diccionario nos quedarían escasas para expresar ese aura milenaria, nacida con los épicos versos de Homero. Toda definición sería poca para explicar a Virgilio, a Dante, a Borges, al ficcional universo que se nos plantea capítulo a capítulo.
Y tal vez así deba ser. Tal vez la esencia de la literatura nos esté vedada porque si ella se revelase, perdería la hechizante magia que ahora posee. Derrumbaría todos los intentos de acercarse a ella, intentos que a lo largo de la historia han conformado una innumerable cantidad de libros, ríos de tinta y mares de palabras. Cada libro escrito es, a la vez, un paso de acercamiento hacia ese núcleo misterioso que la literatura oculta, y es también un inevitable retroceso.
El escritor sabe de antemano que no descifrará el enigma, pero pese a ello, seguirá escribiendo, porque conserva secretamente un compromiso con su arte.

jueves, 24 de abril de 2008

Borges en el colectivo

Ha llegado la hora de viajar a la ciudad. El transporte llega con algo retraso, pero pago pacientemente mi boleto y trato de hallar un asiento desocupado y, en lo posible, solitario. Descargo mi mochila, dejando que unos pocos kilómetros fluyan como un río de asfalto, mientras afuera el paisaje se desliza con una cinemática celeridad: formas y colores se funden hasta el infinito.
De mi mochila saco el último tomo de las Obras completas de mi autor preferido. Atravieso las páginas, rozándolas con invisible gusto, para releer ese tardío y perturbador cuento llamado La memoria de Shakespeare. Allí está y en el momento en que comienza mi lectura, la magia ancestral vuelve a repetirse: el tiempo se comprime en palabras, en verbos y sustantivos, en artículos, adverbios y adjetivos; el tiempo ahora es también un símbolo.
Sin darme cuenta, los minutos se han encapsulado en un cuento y a ese le sigue otro, La rosa de paracelso, que obra de la misma manera. El viaje casi termina. Ahora ya sé que afuera, cuando me baje del colectivo, la realidad habrá transmutado, el panta rhei del antiguo griego ejecutará su inevitable presencia, la realidad no será la misma, será otra, velada por la sombra del acaso.
Afuera, espera lo fantástico.

jueves, 3 de abril de 2008

Versos de un lector

Leer, leer, leer, vivir la vida
que otros soñaron.
Leer, leer, leer, el alma olvida
las cosas que pasaron.
Se quedan las que quedan, las ficciones
las flores de la pluma,
las olas, las humanas creaciones,
el poso de la espuma.
Leer, leer, leer; seré lectura
mañana también yo?
¿Seré mi creador, mi criatura
seré lo que pasó?

Miguel de Unamuno (1864-1936)

Palabra de autor

Llevamos siglos preguntándonos los unos a los otros para qué sirve la literatura y el hecho de que no exista respuesta no desanimará a los futuros preguntadores. No hay respuesta posible. O las hay infinitas: la literatura sirve para entrar en una librería y sentarse en casa, por ejemplo. O para ayudar a pensar. O para nada. ¿Por qué ese sentido utilitario de las cosas? Si hay que buscar el sentido de la música, de la filosofía, de una rosa, es que no estamos entendiendo nada. Un tenedor tiene una función. La literatura no tiene una función. Aunque pueda consolar a una persona. Aunque te pueda hacer reír. Para empeorar la literatura basta con que se deje de respetar el lenguaje. Por ahí se empieza y por ahí se acaba.
Entrevista a José Saramago, escritor portugués.

Jesús, ese hombre

En El evangelio según Jesucristo, José Saramago presenta una visión humana de la figura del Redentor.

Hay espacios la historia con cierto nivel de vacuidad que son posibles de ser rellenados literariamente, ahí donde la creación artística se introduce y viene a revelárnoslos de un modo particular, otorgando imaginativa luz donde existe oscuridad fáctica. Es en estas circunstancias donde se inserta esta estupenda novela de Saramago, titulada nada menos que como El evangelio según Jesucristo, en lo que sería la Versión de las versiones, el Evangelio de los evangelios y hablando en términos cinematográficos, Jesús en primer plano.
El argumento es, para decirlo con pocas palabras, toda la vida de Jesús, desde su concepción hasta la muerte, repasando los conflictos morales y teológicos que cruzan constantemente al joven nazareno y ahondando en las profundidades de su psicología. La mayoría de las obras que tratan el tema de la vida de Jesús los hacen desde una perspectiva focaliza en los días finales del Redentor, que es cuando su figura cobra importancia religiosa. Quienes esto hacen olvidan las raíces existenciales que son inherentes a todo ser humano. Saramago no cae en este lugar común y opta por narrar los años de infancia y adolescencia que fueron eclipsados por la sombra divina del Hijo de Dios. Así, se relatarán en la novela hechos como la matanza de los inocentes por encargo de un rey paranoico, matanza que herirá la conciencia de Jesús haciéndolo sentir culpable por ser el único sobreviviente, allí se sentirá cómo el joven nazareno vio a su padre colgado de la cruz, como se alejó de su familia para pasar cuatro años junto a un pastor que no es sino el Diablo, cómo se le reveló Dios en el desierto, cómo capturó el amor de una mujer impura que lo acompañaría hasta el final de sus días, como obró toda clase de milagros, impactando a sus contemporáneos y cómo fue condenado a la crucifixión, condena que no es sino un arbitraria e inapelable sacrificio, el medio que permitirá arribar al fin superior: que Dios pudiera expandir su reino hacia todo el orbe.

Con su particular y brillante estilo, Saramago nos transporta hasta los inicios de la era cristiana para hechizarnos con su magia narrativa. El tono a veces poético, a veces de ingenioso sarcasmo e ironía, nos sumerge en los intersticios de la vida cotidiana de las gentes de Israel, con sus costumbres y modos de pensar, lo que no hace sino revelar los profundos y detallados conocimientos del escritor portugués en lo que concierne a la historiografía de esas épocas. Aquí no hay visiones románticas de los hechos, podemos ver la sumisión de las mujeres y la rudeza de los hombres y aún el desprecio de éstos para con sus congéneres féminas, vemos a un Jesús que prácticamente rechaza a su familia porque ella no creyó en él (por momentos incluso le falta el respeto a su madre).

En pocas palabras, y para ir terminando, El evangelio según Jesucristo es una novela que despliega una perspectiva sumamente humana de Jesús, un Jesús real, conflictivo, problematizado por un destino que acaso no desea pero que es inapelable. Y para completar este cuadro prometedor, narrada de modo magistral por el maestro portugués.