sábado, 28 de julio de 2007

Dos teorías sobre la escritura literaria

Platón y Aristóteles, puede decirse, son los máximos representantes de las dos antagónicas posturas de concepción acerca de cómo un escritor escribe. Dos posiciones que han convivido por miles de años, riñiendo entre sí.
Estas dos posiciones tradicionalmente son conocidas como clásica y romántica. Explicaremos cada una.

La concepción romántica deriva de la tradición platónica, puesto que este filósofo consideraba que el poeta (el verdadero poeta) escribía gracias a un estado de manía; es decir, la divinidad (Musa) "poseía" al escritor y hacía fluir las palabras a través de él. Con esto, el poeta no componía sus líneas, sino que la Musa hablaba a través de él: el poeta escribía en un afiebrado impulso creativo. Era más que nada un medio de la divinidad, que le proveía el furor poeticus, y podía abandonarlo cuando quisiese.








Platón (427 a.C - 347 a.C)



En el lado opuesto se halla la postura clásica, que arranca con el pensamiento de Aristóteles (384 a.C - 322 a.C). En su Poética (compuesta en el siglo IV a.C) dice que la habilidad del escritor reside en la posesión de una técnica, de carácter racional y, por ende, transmisible (de maestro a discípulo, por ejemplo). Esta técnica, denominada Tekhné poetikhé, era propia de todas las artes. La tekhné consistía en seguir una serie de pasos, normas y preceptos, mediante los cuales el poeta podía llegar a componer sus textos.



La primera posición (la platónica) fue retomada mucho después, en el siglo XIX por el movimiento romántico, que hizo de la individualidad del artista uno de sus principales postulados. Por supuesto, los románticos reaccionaron contra el movimiento neoclasicista, que se replegaba sonre los antiguos modelos estéticos greco-latinos (de hecho, la crítica neoclásica del siglo XVIII juzgaba los textos de acuerdo a su "cercanía" o "ajustamiento" estilístico planteados en las distintas Artes Poéticas. Una de ellas era, precisamente, la Poética de Aristóteles).
Personalmente, yo no defiendo ni una ni otra posición. Dicho de otro modo, creo que ambas son esenciales en el proceso de escritura y concuerdo con Horacio que, en su Epístola a los Pisones, dice que tanto el conocimiento como el ingenio son necesarios a la hora de escribir. De nada sirve un ingenio totalmente inculto, ni los saberes sin el aporte de la imaginación. Ambas cosas conspiran juntas hacia el mismo fin.





Horacio (65 a.C - 8 a.C)




miércoles, 18 de julio de 2007

Versos increíbles

Particularmente, me sigo pasmando ante la infinita habilidad de Borges para componer poemas. Creo que los versos que siguen son un buen ejemplo de ello.

Tarde que socavó nuestro adiós.
Tarde acerada y deleitosa y monstruosa como un
ángel oscuro.
Tarde cuando vivieron nuestros labios en la desnuda
intimidad de los besos.

Jorge Luis Borges. Una despedida

martes, 26 de junio de 2007

Relato breve: LA REGRESIÓN


Mientras viaja en motocicleta, un hombre -confundido en la turbiedad anácronica de una difusa nube temporal- tiene la sensación de que es un general de los ejércitos de Carlomagno. Siente muy pesada la mano derecha, acaso porque en ella sostiene trágicamente una espada ensangrentada. No se da cuenta tampoco de que el caballo azabache que cabalga bajo sus piernas lo lleva hacia una muerte inevitable.

Relato breve: EL MÓVIL

Un hombre, distendido cómodamente en su cama, juega a que entre sus manos tiene un arma invisible: la sostiene por la culata, abre el tambor para colocar las balas virtuales, lo cierra, presiona el martillo, apunta milimétricamente a diferentes objetivos que se hallan en su habitación. Ve de pronto a su mujer entrar por la puerta; lúdicamente, como si de verdad disparase, le apunta y aprieta el inexistente gatillo.
La mujer, envuelta en sangre, se desmorona como un castillo de naipes hacia el piso.

martes, 19 de junio de 2007

Un verso

En oponión de Unamuno, solamente este verso de Christopher Marlowe es más grande que todo el Fausto de Goethe.


Sweet Helen, make me inmortal with a kiss...

Esencia de los espejos

Sin la taumaturgia especular de los espejos no seríamos nada. El espejo tiene esa propiedad mágica de mostrarnos quienes somos, cómo somos. Un individuo puede conocer el mundo sin problemas, puede verlo, percibirlo. Lo único que no puede ver es su propio rostro, no puede ver -por paradójico que parezca- la esencia íntima de su identidad, la muestra de que uno mismo es ese uno mismo. Estamos diseñados para no saber quienes somos, para no saber cómo todo el resto de la humanidad nos identifica. Esse est percipii; pero yo no puedo percibir visualmente (la historia de los sentidos es, en gran parte, la historia de uno sólo: el de la vista) mi facies, y si no la percibo ¿Existo?
El espejo viene a resolver este paradigmático dilema existencial: el espejo nos muestra que estamos allí, que si obtenemos un reflejo de nuestro rostro es porque ese rostro efectivamente existe. La esencia del espejo es funcional, es que cada uno pueda descubrirse individualmente, pueda percibirse. El mundo al otro lado del espejo se comunica conmigo y me confirma que allí estoy, observándome a mí mismo. Me devuelve mi propia identidad. Por resulta ser tan perturbador vernos reflejados en un espejo roto: las grietas vidriosas nos laceran el rostro, nos destruyen y en ese universo virtual no podemos reconocernos: el rostro al otro lado no es nuestro rostro; es otro rostro, demolido, dañado, herido.
El mundo al otro lado del espejo es un reflejo de nuestro mundo, es una imitación perpetua: la pregunta es ¿de qué lado nos hallamos nosotros?

miércoles, 6 de junio de 2007

Elogio de la brevedad

El siguiente texto es el relato mas breve y fantastico que he podido leer. Toda una genialidad.

Sola y su alma
Una mujer está sentada sola en una casa. Sabe que no hay nadie más en el mundo: todos los otros seres han muerto.
Golpean a la puerta.

Thomas Bailey Aldrich: Works, vol. 9, pág. 341 (1912).

martes, 5 de junio de 2007

El silencio de Dios

En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios,
y el Verbo era Dios.
Juan, 1: 1

Existe una única palabra que rige el destino del mundo. Una única palabra que conduce la mecánica invisible del Universo. Una única palabra que dota de sentido a todas las cosas. Una única palabra que permite diferenciar lo eterno de lo mortal. Una única palabra que tiene el poder para acabar con toda la Creación. Una única palabra en la cual se resuelven y dirimen los arcanos de la existencia, de la vida y de la muerte.
Existe, también, un único Ser que conoce esa palabra: ese Ser soy Yo. Me bastaría pronunciarla para que el cosmos absoluto se diluyera en partículas de nada. Paradójicamente, no puedo pronunciar la Palabra: hacerlo supondría poner fin a mi existencia.

martes, 29 de mayo de 2007

La otra mirada

Para todos aquellos que piensan que la realidad posee una sola cara, es menester que lean este texto de Julio Cortázar (que se incluye dentro del volumen Historias de cronopios y de famas); en el que se da una magistral vuelta de tuerca y se cambia la perspectiva del mundo que nos rodea. Es una maravillosa visión de cómo nuestro universo material se está adueñando de nosotros, hasta hacernos sus siervos.
  • Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj
Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan —no lo saben, lo terrible es que no lo saben—, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

martes, 22 de mayo de 2007

Instrucciones para morir


A todos aquellos sujetos que deseen terminar de una vez por todas con su vida, está dedicado este breve manual.
En primer lugar, repasaresmos los tipos de muerte más común que existen. Desde mi perspectiva, estos son: el suicidio, el homicidio y la muerte natural. Omitiremos la enfermedad por ser un elemeto ajeno y externo al propio individuo; y los accidentes, por su azarosa naturaleza.
Pues bien, la muerte natural es necesariamente lenta y poco afortunada para el sujeto que ya no puede soportar la carga de su existencia. Queda entonces, descartada.
Pasamos ahora al homicidio. Para el lector curioso que se pregunta ¿Cómo puedo ser víctima de homicidio? la respuesta es sencilla: vaya a un bar de poca monta, bébase unas cervezas y comience una riña (siempre es bueno comenzar por un insulto) con el individuo más salvaje, fornido y pendenciero que encuentre allí. Con un poco de suerte, acabará usted al otro día en el cementerio de su localidad.
Si no le gusta beber, o no le agradan las peleas, hay un método más sencillo: pídale a un buen amigo que lo ejecute bondadosamente (recuerde dejar un mensaje certificado de que su amigo lo mató porque usted se lo pidió, de lo contrario su amigo dejará de ser su amigo y pasará el resto de sus días en una prisión).
Y llegamos así al suicidio, al parecer la forma de muerte predilecta de los japoneses. Puede usted recurrir a un sinnúmero de posibilidades: cortarse las venas, arrojarse debajo de un tren, beberse un buen vaso de veneno, tragarse una galaxias de pastillas. Pero sin lugar a dudas, el método más romántico es el famosísimo harakiri. Bastará para ello, que consiga un puñal de extensión media y, estando usted en genuflexa posición sobre el suelo, lo hunda con mortal decisión en su vientre.

NOTA: el autor de este manual no se responsabiliza por los usos que los lectores puedan hacer de las recomendaciones expuestas. De más está decir que, una vez que ha ejecutado uno de los métodos, los resultados son irreversibles.