miércoles, 5 de septiembre de 2007

Refutaciones: "Las leyes fueron hechas para romperse"

Los axiomas de los lugares comunes adquieren muy diversas formas, y se refugian en construcciones triviales que la gente usa sin pensar, aplicándolos cuando la situación lo amerita. Pero ni bien uno se pone a razonar seriamente el tema, puede llegar a vislumbrar cosas que adquieren forma propia, y los mencionados lugares comunes comienzan a desintegrarse gota a gota en el océano de su propia contradicción.
Una frase de amplia difusión popular dice que “las leyes fueron hechas para romperse”. Nótese la hiperbólica arquitectura del nonsense y su arrogante finalidad. Esta simple oración pretende eliminar todo el sistema legal, pretende contradecir la esencia de la organización humana. ¿Por qué molestarse en crear leyes, si acabarán por desobedecerse? Pero eso no es lo que nos ocupa: el título de este artículo es Refutaciones y precisamente eso es lo que haremos: refutar esta frase.
Una breve serie encadenada de razonamientos nos permite arribar a la siguiente conclusión: primero, una frase normativa que pretenda erigirse por sobre todas las demás leyes existentes dentro de una sociedad constituirá una suerte de supra-ley. Esto lo permite también el hecho de que una enorme cantidad de gente hace uso de esa supra-ley, y esta masificación la justifica.
Por consiguiente, si la sentencia “las leyes fueron hecha para romperse” constituye también una ley en sí misma (ley que no es sistemática, sólo instaurada por la vulgar infección de los lugares comunes), y nos guiamos por su finalidad anárquica, debemos deducir que esa ley también fue hecha para romperse, y la única manera de quebrar dicha ley es, paradójicamente, no quebrar todas las demás. En definitiva, el verdadero mensaje que nos quiere transmitir la frase “las leyes fueron hechas para romperse” es que no debemos romper esas leyes. Y así, reductio ab absurdum, la “ingeniosa” máxima cae en la circular paradoja de su propia naturaleza irracional.
Se me objetará que, pese a acometer contra los lugares comunes, he hecho uso también de esos lugares para activar la maquinaria de mis argumentos: yo replicaré que no he hecho sino utilizar el lugar común para destruir al propio lugar común, he descorrido los velos que encubren la contradicción de esos lugares.
No se si he triunfado, o la asfixiante presencia de los lugares comunes ha ahogado mi intención.

martes, 28 de agosto de 2007

La pagoda de Babel

Ese cuento del agujero en el suelo, que baja quién sabe hasta dónde, siempre me ha fascinado. Ahora es una leyenda musulmana; pero no me asombraría que fuera anterior a Mahoma. Trata del sultán Aladino; no el de la lampara, por supuesto, pero también relacionado con genios o con gigantes.Dicen que ordenó a los gigantes que le erigieran una especie de pagoda, que subiera y subiera hasta sobrepasar las estrellas. Algo como la Torre de Babel. Pero los arquitectos de la Torre de Babel eran gente doméstica y modesta, como ratones, comparada con Aladino. Sólo querían una torre que llegara al cielo.Aladino quería una torre que rebasara el cielo, y se elevara encima y siguiera elevándose para siempre. Y Dios la fulminó, y la hundió en la tierra, abriendo interminablemente un agujero, hasta que hizo un pozo sin fondo, como era la torre sin techo.
Y por esa invertida torre de oscuridad, el alma del soberbio sultán se desmorona para siempre.
G.K. Chesterton, The man who knew too much.
Gilbert Keith Chesterton fue un prolífico autor inglés. Nació en 1874 y murió en 1936. Mundialmente conocido gracias a las series de cuentos policiales del padre Brown (un "insignificante" sacerdote dotado de una capacidad de análisis y razonamiento excepcionales), cultivó también el ensayo, la crítica literaria, la novela y el periodismo. Fue conocido como "el príncipe de las paradojas" porque su estilo siempre se caracterizó por sus la presencia de estas figuras. En él es común el hecho de comenzar sus escritos con alguna afirmación que parece de lo más normal, y haciendo ver que las cosas no son lo que parecen, y que muchos dichos se dicen sin pensarlos a fondo.
El fragmento que antecede a este texto está tomado de El hombre que sabía demasiado.

miércoles, 22 de agosto de 2007

El sueño del Rey

Lewis Carroll es el pseudónimo de Charles Lutwidge Dodgson, reconocidísimo escritor inglés que se hizo mundialmente famoso gracias a su obra fantástica Alicia en el país de las maravillas (1865) y su continuación Alicia a través del espejo (1872). Además fue sacerdote anglicano, lógico, matemático y fotógrafo. El fragmento que sigue es un extracto del capítulo IV de Through the looking-glass, y rescata la idea que pone en duda cuál es la verdadera realidad: si la que nosotros "vivimos" o la de los sueños, y la compleja estructura onírica de los sueños dentro de otros sueños. Esto fue material que Borges trató admirablemente en su relato Las ruinas circulares.


El sueño del Rey

-Ahora está soñando. ¿Con quién sueña? ¿Lo sabes?
-Nadie lo sabe.
-Sueña contigo. Y si dejara de soñar, ¿qué sería de ti?
-No lo sé.
-Desaparecerías. Eres una figura de su sueño. Si se despertara ese Rey te apagarías como una vela.

viernes, 17 de agosto de 2007

La confesión

En la primavera de 1232, cerca de Aviñón, el caballero Gontran D'Orville mató por la espalda al odiado conde Geoffroy, señor del lugar. Inmediatamente confesó que había vengado una ofensa, pues su mujer lo engañaba con el Conde.
Lo sentenciaron a morir decapitado, y diez minutos antes de la ejecución le permitieron recibir a su mujer, en la celda.
-¿Por qué mentiste? -preguntó Giselle D'Orville-. ¿Por qué me llenas de vergüenza?
-Porque soy débil -repuso-. De este modo simplemente me cortarán la cabeza. Si hubiera confesado que lo maté porque era un tirano, primero me torturarían.

Manuel Peyrou (1902-1974)

lunes, 30 de julio de 2007

Relato Breve: LA TRAICIÓN

- Me decepcionas- dijo Mill, con su mejor tono de estrella cinematográfica - Eres un perfecto perdedor.
- Puede ser, pero no olvides que yo poseo el dinero - escupió Fray, con la secreta convicción de que perdía un amigo, pero ganaba una cifra astronómica de billetes.
El cañón del arma distaba a unos pocos centímetros de Mill, y el acerado ojo lo observaba ferozmente.
- Sólo quiero una cosa más, antes de morir.
- Dilo- dijo Fray, con una voz de verdugo medieval, y su conciencia le aseguró que en ese momento estaba siendo piadoso.
- Esto es un juego especular. No soy yo el traicionado, amigo -dijo la palabra irónicamente- Sino tú.
Fray no advirtió que una figura desdibujada por las sobras de la noche eterna, se erguía detrás de él. Una sombra que conformaba el tercer vértice de una perfecta traición.
El estupor lo paralizó cuando la bala atravesó su corazón, como un beso mortal

Relato Breve: METODOLOGÍA DEL AMOR

Ernesto Sábato, El túnel.

Finalmente comprendió que la amaba. Tanto como para hacer de ella una idea eterna: fue entonces cuando presionó el milagroso gatillo.

domingo, 29 de julio de 2007

Relato Breve: APOCALIPSIS

Miraba el cuadriculado universo con la expectación de un niño. La última pieza sería movida. Alfil ataca al Rey: no había nada que hacer, el encierro era absoluto.
Lucifer dio jaque-mate: empezaba el Fin del Mundo.

Frases

- La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene.

- Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca.

- ¿De qué otra forma se puede amenazar que no sea de muerte? Lo interesante, lo original, sería que alguien lo amenace a uno con la inmortalidad.

- Estoy solo y no hay nadie en el espejo.

- Yo creo que habría que inventar un juego en el que nadie ganara.

- La paternidad y los espejos son abominables porque multiplican el número de los hombres.

- Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos.

- El infierno y el paraíso me parecen desproporcionados. Los actos de los hombres no merecen tanto.

- Soñar es la actividad estética más antigua.

Jorge Luis Borges (1899-1986)

sábado, 28 de julio de 2007

Dos teorías sobre la escritura literaria

Platón y Aristóteles, puede decirse, son los máximos representantes de las dos antagónicas posturas de concepción acerca de cómo un escritor escribe. Dos posiciones que han convivido por miles de años, riñiendo entre sí.
Estas dos posiciones tradicionalmente son conocidas como clásica y romántica. Explicaremos cada una.

La concepción romántica deriva de la tradición platónica, puesto que este filósofo consideraba que el poeta (el verdadero poeta) escribía gracias a un estado de manía; es decir, la divinidad (Musa) "poseía" al escritor y hacía fluir las palabras a través de él. Con esto, el poeta no componía sus líneas, sino que la Musa hablaba a través de él: el poeta escribía en un afiebrado impulso creativo. Era más que nada un medio de la divinidad, que le proveía el furor poeticus, y podía abandonarlo cuando quisiese.








Platón (427 a.C - 347 a.C)



En el lado opuesto se halla la postura clásica, que arranca con el pensamiento de Aristóteles (384 a.C - 322 a.C). En su Poética (compuesta en el siglo IV a.C) dice que la habilidad del escritor reside en la posesión de una técnica, de carácter racional y, por ende, transmisible (de maestro a discípulo, por ejemplo). Esta técnica, denominada Tekhné poetikhé, era propia de todas las artes. La tekhné consistía en seguir una serie de pasos, normas y preceptos, mediante los cuales el poeta podía llegar a componer sus textos.



La primera posición (la platónica) fue retomada mucho después, en el siglo XIX por el movimiento romántico, que hizo de la individualidad del artista uno de sus principales postulados. Por supuesto, los románticos reaccionaron contra el movimiento neoclasicista, que se replegaba sonre los antiguos modelos estéticos greco-latinos (de hecho, la crítica neoclásica del siglo XVIII juzgaba los textos de acuerdo a su "cercanía" o "ajustamiento" estilístico planteados en las distintas Artes Poéticas. Una de ellas era, precisamente, la Poética de Aristóteles).
Personalmente, yo no defiendo ni una ni otra posición. Dicho de otro modo, creo que ambas son esenciales en el proceso de escritura y concuerdo con Horacio que, en su Epístola a los Pisones, dice que tanto el conocimiento como el ingenio son necesarios a la hora de escribir. De nada sirve un ingenio totalmente inculto, ni los saberes sin el aporte de la imaginación. Ambas cosas conspiran juntas hacia el mismo fin.





Horacio (65 a.C - 8 a.C)




miércoles, 18 de julio de 2007

Versos increíbles

Particularmente, me sigo pasmando ante la infinita habilidad de Borges para componer poemas. Creo que los versos que siguen son un buen ejemplo de ello.

Tarde que socavó nuestro adiós.
Tarde acerada y deleitosa y monstruosa como un
ángel oscuro.
Tarde cuando vivieron nuestros labios en la desnuda
intimidad de los besos.

Jorge Luis Borges. Una despedida